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El Rey de Palacio

Por: Christián Gutiérrez.
El populismo es algo impreciso, pero arraigado, y está tan arraigado, precisamente por impreciso. Es una especie de Ave Fénix que vence el tiempo y el espacio, y se le sigue multicitando, desde luego, actualizándose en cada momento de la historia.

La pregunta que me hago es si conocemos en realidad los atributos genéricos que tiene el populismo; ¿cómo identificar a un gobernante populista?

El populismo es una visión del mundo, y tiene un núcleo duro como en su momento lo expresó Isaiah Berlin:
Su idea es de comunidad, no de individualidad.

Es apolítico, e inclusive antipolítico. El orden social justo, se parecerá a la mejor democracia.

Encarna una aspiración de regeneración, basada en la voluntad de regresarle al pueblo la centralidad y la soberanía que le han sido sustraídas.

Ambiciona trasplantar los valores de un mundo del pasado que idealiza con un mundo de armonía e igualdad social.

Siempre está persuadido de dirigirse a la mayoría del pueblo, o en los casos más extremos a su totalidad.

En resumidas cuentas, el corazón del populismo es el pueblo y la soberanía que se considera inclusive, por encima de la representación.

Bien, ¿y por qué escribo sobre esto? Porque vale la pena saber que el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador es populista, como lo fue Hugo Chávez, de Venezuela; Trump, de Estados Unidos de América, Fujimori, de Perú o Evo Morales, de Bolivia.

Y ahora, importa reflexionar para saber si el populismo es algo negativo o no lo es. El concepto populismo, como tal, no me parece malo. Lo que sí es un serio peligro de los populistas en la historia reciente de la humanidad, es la clase de herramientas y artimañas que utilizan para obtener el poder, acrecentarlo o conservarlo.

Lo que un populista suele utilizar para tener el poder es:
La mentira, para engañar al pueblo.

La demagogia, para confundir al pueblo con palabras distorsionadas.

La violencia de parte del Estado, para intimidar al pueblo.

El dinero público, para hacer al pueblo dependiente de programas condicionados.

Siguiendo esta línea de argumentación, hay que decir que el Presidente de México le mintió y le miente al pueblo de México.

Le dejo tres ejemplos sencillos:
Uno. En el video reciente que grabó López Obrador en Palacio Nacional, para asegurar que se recupera de la enfermedad Covid-19, muestra disonancia cognitiva. Es decir, incongruencia entre lo que repite una y otra vez y lo que hace.

López Obrador ha dicho que “el ya no se pertenece, porque ahora le pertenece al pueblo”; ha dicho que en su gobierno no son iguales a los gobiernos anteriores; dijo que no puede existir gobierno rico con pueblo pobre; aseguró que su gobierno es austero, como nunca en la historia de México. ¿Y qué paso entonces? Que dejarse ver como un Presidente que vive en un Palacio, rodeado de lujos, echa por tierra toda su retórica.

Dos. Lo invito a escuchar el reciente spot en radio del partido Morena. Textualmente dice: “en Morena, no hay espacio para lujos y derroche. No puede haber gobierno rico, con pueblo pobre. Morena, la esperanza de México”. ¿Y qué paso entonces? Entiendo que la propaganda del gobierno federal está sistematizada, y así la desdoblan en todo el país, pero el mensaje es igual de incongruente, porque la comunicación del Presidente que se presenta viviendo en un Palacio lujoso, no coincide con la austeridad que presume Morena.

Tres. Vea usted en Youtube el video llamado: ¿Dónde vivirá AMLO cuando sea Presidente? Es un fragmento de entrevista que le hace Milenio al Presidente, en la cual asegura que no vivirá en Los Pinos, y tampoco en Palacio Nacional. ¿Y qué paso entonces? Que la mentira al pueblo de México es reiterada, patológica. Su comunicación política genera disonancia cognitiva que es captada por millones de mexicanos; no todos los mexicanos, pero sí millones.

Bueno, y a todo esto, ¿será malo que el Presidente de México viva en Palacio Nacional como viven los reyes en sus palacios? ¿Es malo que alguien en este país viva con lujos? La verdad no me parece que sea malo.

Lo peligroso, es que el tipo de populismo de López Obrador, es ese populismo que miente. El populismo que miente y es demagógico, es contrario a la democracia y vale la pena exigir que ningún gobernante de este país -del partido que sea-, sea un populista mentiroso con tal de concentrar poder.

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